A la luz de la Teosofía
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- Published: Thursday, 18 April 2019 08:50
[Este artículo apareció en la edición de octubre de 2018 de The Theosophical Movement. Para más artículos publicados en esta excelente revista, siga este enlace: http://www.ultindia.org/previous_issues.html]
Cuando miras tu reflejo en el espejo, eres consciente de quién te está mirando. El sentido del yo es inconfundible. La autoconciencia es uno de los mayores misterios de la mente. ¿Cómo surgió y para qué sirve? Además de los seres humanos, hay algunos animales que se reconocen en el espejo. La autoconciencia puede haber evolucionado en los animales más listos y con el cerebro más grande. Si es así, entonces representa el punto culminante de la complejidad mental, la forma más elevada de la conciencia. Sin embargo, aunque la capacidad de reconocerse a sí mismo en un espejo generalmente se considera como un indicador de autoconciencia, esa idea está siendo cuestionada. Por ejemplo, los psicólogos estudiosos del desarrollo argumentan que no necesariamente revela una conciencia de sí mismo que se extiende más allá del aquí y el ahora.
"Muchos psicólogos y antropólogos sostienen que existe una jerarquía de conciencia que se corresponde con la creciente complejidad del cerebro". Se considera que los animales que tienen un sistema nervioso simple y que se involucran en experiencias sensoriales nuevas se encuentran en la base de la jerarquía. Pocas mentes son lo suficientemente sofisticadas para experimentar el mundo de manera diferente, a través de una lente introspectiva, e incluso éstas pueden tener un sentido limitado del yo. “Solo en la cúspide de la complejidad mental encontramos mentes capaces de construir una narración de experiencias de toda la vida centrada en un concepto abstracto del 'yo': y esas mentes son la élite. Esta diferencia en el tamaño y la complejidad de los cerebros se debe haber basado en las diferentes demandas evolutivas que el animal debe resolver para poder sobrevivir... Hay una demanda particular que parece haber conducido a la evolución de cerebros complejos y también podría haber creado las condiciones para que surja un sentido del yo. Ese desafío es el de tratar con la mente de los demás, ya sean presas, competidores u otros miembros de tu grupo social”. Para lograr esto, el cerebro necesitaba evolucionar a partir de algo que se limitaba a experimentar sensaciones hasta convertirse en su observador.
La autoconciencia puede ser un fenómeno aparentemente complejo que emerge del cerebro. La mente puede captar el eco de miles de millones de neuronas que se responden entre sí con señales eléctricas. Las señales fluyen a lo largo de diferentes conjuntos de conexiones, pero algunos caminos están más transitados. En los humanos, las conexiones predominantes parecen ser las que se utilizan para contemplar la mente de los demás, las mismas conexiones que se usan para contemplarnos a nosotros. Lo que surge de esto es un patrón que parece constante. Para ti, ese es tu sentido del yo. Así, nuestro cerebro evoca el sentido del yo. La autoconciencia no es el pináculo de la conciencia, es solo un subproducto accidental de la evolución y un producto de nuestra mente, escribe Sofia Deleniv, estudiante de doctorado de la Universidad de Oxford. (New Scientist , 8 de septiembre de 2018)