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La Teosofía y el Nacimiento del Arte Moderno Abstracto.

Kathleen Hall – Canadá

[Kathleen Hall estudió los pintores abstractos modernos y su relación con la Teosofia cuando trabajaba en la tesis de su máster. En relación con ese trabajo, mantuvo correspondencia con varios artistas Teósofos contemporáneos, en particular con Burton Callicott, Don Kruse, y Pamela Lowrie. Vive en la Isla de Vancouver, en la Columbia Británica, y se hizo miembro de la Federación Canadiense de la Sociedad Teosófica a consecuencia de dicho estudio. Kathleen investiga actualmente programas educativos, basados en el arte, para niños marginales de Roma].

A finales del siglo diecinueve, surgió un movimiento en el arte que fue una respuesta a una conciencia más elevada de la verdad cósmica. El arte abstracto moderno era la manifestación visible de unos ideales espirituales profesados a través de las enseñanzas de la Teosofía y de otras sabidurías populares. Los artistas de este movimiento eran escribas que pintaban lo que no se podía decir con palabras.

La espiritualidad en el arte abstracto comenzó alrededor de 1890 y corrió en paralelo con un creciente interés por el misticismo y el ocultismo. Muchos artistas se mostraban intrigados por ciertas escrituras espirituales, en particular por la obra maestra de Madame Blavatsky, La Doctrina Secreta. Indudablemente hubo otras influencias, como las obras de Édouard Schuré, Jakob Böhme y Emmanuel Swedenborg. Pero fue la Teosofía lo que tuvo una más profunda influencia en la aparición del arte abstracto moderno y, especialmente, en los padres fundadores del movimiento, Wassily Kandinsky, Frantisek Kupka, Piet Mondrian y Kazimer Malevich.


Composición en Rojo, Azul y Amarillo del pintor holandés Piet Mondrian

La Teosofía dio a estos artistas una perspectiva que se convirtió en el trabajo preparatorio fundamental de su espiritualidad. Partiendo desde este punto de vista, creían ser capaces de ver el mundo natural y más allá de él, así como de llegar a comprender la sabiduría antigua y los principios cósmicos de nuestra existencia. Esta elevada posición estratégica les transportaba a los cuatro por encima de las preocupaciones mundanas y les daba la sensación de tener una visión divina de los reinos de otros mundos. Se hallaban en el portal entre dos mundos y ellos eran los mensajeros, y comunicar este conocimiento se convirtió en el objetivo de su arte.

El lenguaje con el que estos artistas tradujeron su visión de un mundo en términos del otro fue la abstracción. Para ser comprendida satisfactoriamente, esa visión debía presentarse  en términos simples y relevantes, que más tarde podían desarrollarse y expandirse en complejas estructuras, a medida que iba resultando más familiar tanto para el artista en su papel de maestro, como para el espectador en su papel de estudiante. En su forma definitiva, tiene una apariencia simplista, mientras que es intrínsecamente compleja en su reducción de lo divinamente enigmático.

Parece más que casual que cuatro artistas distintos,  aproximadamente en el mismo momento histórico, estuvieran todos influenciados por las enseñanzas de la Teosofía y manifestasen su espiritualidad por medio de su arte, que prácticamente no tenía más opción que ser abstracto. El contexto de su trabajo no era un cuadro familiar de la realidad visible, sino una fe en las cosas invisibles. Visionarios, proféticos, místicos y profundamente espirituales, Kandinsky, Kupka, Mondrian y Malevich pueden considerarse como iniciados procedentes de épocas pasadas que vinieron a enseñar la sabiduría antigua en nuestro tiempo, con unas imágenes adecuadas para nosotros. Lo que ellos produjeron fue una costura en el universo a través de la cual fueron capaces de hacer visible lo invisible, para que pudiésemos vislumbrar los grandes misterios del cosmos.

Los cuatro artistas comenzaron primero con el estilo Simbolista. Sus trabajos tempranos expresaban representaciones de ideales cósmicos en formas que eran familiares y reconocibles. Sin embargo, la iconografía del Simbolismo limitaba la manifestación de conceptos universales, y todos ellos, Kandinsky, Kupka, Mondrian y Malevich, se hicieron cada vez más conscientes de esta limitación. Después de haber experimentado la amplitud de la expresión Simbolista, comenzaron a profundizar más en sus ideales Teosóficos y afloraron con nuevas formas de decir las cosas.

El lenguaje que surgió fue la abstracción. La abstracción era una expresión sin forma que disolvía los límites del objeto concreto para permitir que el flujo de la luz cósmica se derramase en un lienzo expectante, el lugar donde los reinos internos y externos de la espiritualidad comenzaban una nueva evolución creativa. Cada artista pintaba el lienzo con su propio pincel particular, pero todos lo mojaban en los mismos botes de pintura de la conciencia espiritual.

Wassily Kandinsky era un ávido estudiante de las enseñanzas ocultas y místicas. La Teosofía le proporcionó la estructura principal para sus lecciones de espiritualidad aunque, desde luego,  enriqueció sus estudios con otros materiales. A medida que se desarrollaba su conciencia espiritual,  también lo hacía su arte. Los ideales que a él le había gustado expresar a través del simbolismo se despojaron, más adelante, de sus envolturas mientras se expandían con la abstracción. A medida que las enseñanzas Teosóficas sobre las formas de pensamiento y la correlación entre la vibración, el color y el sonido influían en su trabajo, empezó a dejar de confiar en la forma. El perfil, la línea y el color se convirtieron en sus instrumentos principales para crear imágenes visibles de acontecimientos invisibles del mundo astral.

Frantisek Kupka abordó el mundo espiritual en el arte de una manera similar. Empezó también como pintor Simbolista y presentó conceptos que encontramos en las enseñanzas Teosóficas sobre las religiones y filosofías esotéricas orientales. Como Simbolista, estas ideas parecían ser una representación, más que una manifestación, de su conocimiento espiritual. Cuando comenzó a establecer la conexión entre las fuerzas que actúan en este mundo como microcosmos de las fuerzas macrocósmicas del universo, su obra empezó a transmitir un mensaje divino. Fue también entonces cuando sus pinturas se volvieron más abstractas, evolucionando hacia obras de una geometría sagrada.

Piet Mondrian, como Kandinsky, leyó extensa literatura sobre los conceptos espirituales. Su aprobación de la Teosofía fue claramente reconocida y solía referirse a ella cuando hablaba del contenido de sus obras. Sus ideas se expresaron primero a través del arte Simbolista, pero después, cuando empezó a explorar el uso de color como medio de proyectar la esencia interior de un objeto de apariencia visible, su obra empezó a cambiar. Su único objetivo se convirtió en la reducción de la forma a unos simples contrastes de línea y de color para significar la unidad entre opuestos: masculino y femenino, estático y dinámico, espíritu y materia. Las formas geométricas y los colores primarios acabarían siendo su marca registrada, representando, en términos simples, la enormemente compleja estructura espiritual del universo.

Kazimir Malevich estuvo en un principio implicado con el movimiento Simbolista ruso, pero después comenzó a explorar el Zaumismo y la cuarta dimensión. En particular, los conceptos de tiempo y espacio que estudió procedían de sus lecturas de P. D. Ouspensky, el teósofo ruso. Finalmente, su trabajo evolucionó hacia una mayor manifestación de la cuarta dimensión y sus obras suprematistas comenzaron a seguir un camino que abocó a la disolución de la forma en una geometría sagrada y en la  "nada" Absoluta.

Los efectos que tuvo la Teosofía en los padres fundadores del arte abstracto moderno son inequívocos. Cada uno de estos artistas - Wassily Kandinsky, Frantisek Kupka, Piet Mondrian y Kazimir Malevich-manifestó con su propio estilo particular distintos aspectos de los ideales Teosóficos. Todos empezaron con la representación simbólica de conceptos espirituales y luego, llevados por la necesidad, evolucionaron hacia la abstracción. Era un proceso inevitable. Las formas familiares del mundo visible no eran capaces de expresar el reino cósmico. Sólo la línea, el contorno y el color eran útiles al artista como lenguaje por medio del cual se podía comunicar la voz del universo. Era, quizás, una traducción experimental de los conceptos Divinos.

La Teosofía fue, tal vez, la filosofía espiritual más importante que surgió en la última mitad del siglo diecinueve, sobre todo teniendo en cuenta el profundo impacto que tuvo en la dirección del arte contemporáneo. Su doctrina de "la fraternidad" universal, el estudio de las religiones antiguas y modernas, la filosofía y la ciencia, y la investigación de las leyes inexplicadas de la naturaleza y de los poderes psíquicos latentes en el ser humano fueron no sólo oportunos en términos de un mundo cambiante, sino que obligaron inequívocamente al artista a ser un buscador de la Verdad.

Era inevitable que algunos artistas dirigieran la atención a la espiritualidad en los albores de la era materialista del siglo veinte. Ese cambio se produjo, en primer lugar, porque cuanto más se aparta la humanidad de su medio ambiente natural, mayor es su necesidad de encontrar un reemplazo espiritual y, en segundo lugar, porque todo es tal como debería ser.

[El artículo apareció originalmente en Quest: Revista de la Sociedad Teosófica de América]

Link to English version:
http://www.theosophyforward.com/theosophy-and-the-emergence-of-modern-abstract-art-.html


 

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