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El dolor compartido nos une a todos

[Esta historia está basada en materiales proporcionados por la Asociación para la Ciencia Psicológica; es el link siguiente: http://www.psychologicalscience.org/]

Lo que no nos mata puede hacernos más fuertes como grupo, según las conclusiones de la nueva investigación publicada en la Ciencia Psicológica, una revista de la Asociación para la Ciencia Psicológica.

Pasar juntos por experiencias dolorosas puede cambiar el comportamiento de un grupo, promoviendo la vinculación y la solidaridad.

La investigación sugiere que, a pesar de su carácter desagradable, el dolor realmente puede tener consecuencias sociales positivas, sirviendo como una especie de “pegamento social” que fomenta la cohesión y la solidaridad dentro de los grupos:

“Nuestras conclusiones muestran que el dolor es un ingrediente particularmente poderoso para elaborar vínculos y deseos de cooperación entre quienes comparten las experiencias dolorosas,” dice Brock Bastian, científico psicológico e investigador principal de la Universidad de New South Wales en Australia. “Las conclusiones arrojan luz para entender las razones del compañerismo entre los soldados u otras personas que comparten experiencias difíciles y dolorosas.”

Bastian y sus colegas Jolanda Jetten y Laura J. Ferris, de la Universidad de Queensland, examinaron la relación que hay entre el dolor y la vinculación social en una serie de experimentos realizados con estudiantes no licenciados.

En el primer experimento, los investigadores   encomendaron a 54 estudiantes al azar que llevaran a cabo una tarea dolorosa o una tarea similar, relativamente indolora, en grupos pequeños. Los estudiantes ponían la mano en un cubo de agua y tenían que localizar unas bolas de metal en el agua, poniéndolas después en un pequeño recipiente que había debajo del agua. Para unos, el agua estaba dolorosamente fría, mientras que para otros tenía una temperatura ambiente.

La segunda tarea consistía en que los estudiantes se ponían en cuclillas contra la pared (algo normalmente doloroso) o se sostenían de pie sobre una sola pierna, con la opción de cambiar de pierna y ayudarse con algún recurso para evitar la fatiga.

Los estudiantes valoraban después lo que se les había encomendado para medir cómo se sentían en su grupo (por ejemplo: “Me siento  parte de este grupo de participantes,” “Siento un sentido de lealtad hacia los otros participantes”).

Los que realizaron las tareas dolorosas y los que realizaron las tareas indoloras no mostraron ninguna diferencia emocionalmente positiva o negativa.

Sin embargo, sí que mostraron diferencias significativas en la vinculación de grupo: los estudiantes que realizaron las tareas dolorosas informaron de un nivel de vinculación mayor que los que realizaron la versión indolora, incluso después de que los investigadores tuvieran en cuenta la edad y el género de los participantes y la extensión del grupo.

Y los investigadores vieron que el dolor compartido no sólo aumenta la sensación de solidaridad, sino que también puede mejorar una verdadera cooperación dentro del grupo.
En un experimento que se hizo con otro grupo de estudiantes, cada grupo jugaba a elegir números entre el 1 y el 7 y  si cada persona del grupo elegía el 7, conseguían la máxima puntuación. Pero si todos elegían números diferentes, los que escogían números inferiores conseguían más puntuación. Los investigadores vieron que los estudiantes que habían realizado tareas dolorosas como grupo tendían a escoger números más altos que los que habían realizado las tareas sin dolor, dando a entender que estaban más motivados para cooperar con el grupo.

“Este descubrimiento pone a prueba de forma rigurosa la hipótesis del “dolor como pegamento social”, destacando que la gente no sólo se siente más cercana a los demás, sino que están dispuestos a arriesgar sus propios resultados para beneficiar al grupo,” dice Bastian.

El dolor compartido incluso reforzó la cooperación cuando la tarea dolorosa les obligaba a comerse un pimiento chili muy picante del tipo “Bird.”

Los investigadores señalan que los grupos, creados por asignación arbitraria, no reflejaban ningún tipo de identidad compartida excepto la de las experiencias relacionadas con la tarea. Parecía que el dolor experimentado por algunos estudiantes tenía una sola función causal, la de enfocar la atención de los estudiantes hacia el dolor compartido y, en último término, la de promover la cohesión del grupo.

Estas conclusiones nos amplían la visión de numerosas prácticas sociales, religiosas e incluso sexuales en todo el mundo que implican algún elemento doloroso. Pero los investigadores argumentan que los descubrimientos pueden ser relevantes en un sentido mucho más amplio para muchas de nuestras experiencias diarias:

“Estos tipos de experiencias dolorosas pueden ser relativamente comunes,” nota Bastian. “Nuestras conclusiones, por lo tanto, pueden tener implicaciones útiles para entender algunos procesos sociales que aparecen en contextos como los programas de entrenamiento físico militar y otras experiencias referentes a desafíos físicos compartidas con otros. ¡Compartir una comida picante con amigos puede llegar a tener consecuencias sociales positivas!”

Link to English version:
http://www.theosophyforward.com/medley/1287-shared-pain-brings-people-together

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