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Karma como un hábito de la naturaleza

Boris de Zirkoff - EE. UU

TEOSOFÍA

Una filosofía viva para la humanidad

Tomo XXXVII
Núm. 3 (165) - invierno 1980-1981

[Fotografía de la portada: Klingenstock visto de Stoos (Schwyz), Suiza.]

El karma humano nace dentro del propio hombre, somos sus creadores y generadores, y sufrimos por ello u obtenemos clarificación a través de ello a través de nuestra propia acción anterior. ¿Pero cuál es este hábito en sí mismo... este empedernido hábito primordial de la naturaleza que lo hace reaccionar a una causa que lo despierta? ¿Cuál es este hábito en sí mismo?

En todas estas cosas, la llave a un entendimiento de las Enseñanzas es la analogía. Recuerde que en cualquier parte de la Naturaleza hay un concatenación o cadena de causas de modo que cada plano refleja cada uno de los otros planos; de tal forma que lo pequeño es una parte de lo grande y lo grande, en esencia, no hace más que manifestar como una réplica lo que lo pequeño manifiesta en su propio plano.

Tomando en consideración nuestro propio cuerpo físico, tiene órganos que, imaginaremos, funcionan muy bien - están en una condición sana. Allí se ha establecido, vamos a suponer, durante muchos años de vida, ciertos hábitos de alimentación, respiración, ciertos ritmos de corazón y pulso, de energías nerviosas... Cada hombre hasta cierto punto es diferente. Consecuentemente, cada uno tiene su propio ritmo, ciertos ritmos de vibraciones que son esenciales para su bienestar. Cuando decimos que un hombre vive cierto tipo de vida, queremos decir que ha establecido cierto ritmo dentro de sí que no se puede desviar desde fuera produciendo un efecto pernicioso, una condición enferma, una condición incómoda, que llamamos enfermedad. Si introdujera en ese cuerpo algún material que fuera venenoso para él y que rompiera el ritmo existente; o si, sin ingerir nada, sometiera su cuerpo a ciertas condiciones no habituales y contra las que éste se rebelaría, estaría en una situación muy incómoda que querría remediar. La estructura entera de su cuerpo físico, incluso involucrando las energías más etéreas que las físicas, reaccionaría contra la fuerza invasora o conjunto de condiciones, y trataría de expulsarlos. El concepto principal es que, como hombre, como conciencia, ha establecido un modelo en su cuerpo y en su estructura astral que quiere conservar. Esto es el modelo a través del cual evolucionas, es el programa de tu hábitat, de tus vehículos y tú, como conciencia manifestada, quieres conservarlo intacto. Consecuentemente reaccionas poderosamente - quizás en varios planos - para restablecer el equilibrio perdido, introducir de nuevo la armonía donde la disonancia ha amenazado con invadir o curar cualquier herida o trastorno o disonancia que se haya producido temporalmente. Si tú fueras el elemento disonante, si fueras el conjunto de identidades contra el que te estuvieras rebelando; si tú fueras las entidades que habían invadido la fortaleza y si pudieras hablar y hacerlo en lenguaje teosófico, dirías, "¡nos levantamos contra el karma, nos levantamos contra un poder que parece reaccionar contra nosotros!" ¿Cuál sería ese poder? Supón que hay una célula, un átomo, un electrón o un grupo de ellos, experimentando tu propio elemento de dominación humano que trata de expulsar la fuerza invasora o de restablecer el equilibrio perdido. Obviamente el agente kármico o el agente de la reacción, eres tú, el hombre – la propia conciencia del hombre. La propia conciencia del hombre alcanza hasta donde sus cuerpos internos y externos lo hagan, es la fuerza psico - espiritual dominante. Esta conciencia ha establecido un modelo, ha diseñado un plan de acción, a través de muchos años de evolución dentro de su propio sistema jerárquico; y, ahora, la voluntad del hombre es la de acabar con los conceptos más arraigados, es su fuerza de voluntad, es su voluntad-esencia, que se yergue como su patrón de conducta, como su guía, controlando el elemento que gobierna la armonización a lo largo de toda su jerarquía, y de esta forma reacciona totalmente contra todo lo que le pueda alterar – y hacer esto es lo que es correcto.

En el plano de la mera acción humana, en un país habitado por 200 millones de personas, existe incluso una manifestación humana de ese derecho natural fundamental, una manifestación muy imperfecta, pero por analogía, un estado construido por hombres con cierta cantidad de sabiduría humana e inteligencia. Ese estado impone ciertas reglas de conducta, ciertas ideas que considera, como colectividad, buenas para la gente. Un elemento alterante que trata de derrocar el modelo existente será contestado y el estado, en su colectividad, a través de los agentes necesarios, tratará de calmar o pacificar o expulsar dicho elemento alterante a fin de conservar en todo el país cierta voluntad colectiva que, durante años o siglos, se ha imprimido como patrón en sus gentes. Esto es una manifestación humana - muy imperfecta-, pero por analogía esto emana del mismo principio espiritual...

Nosotros, seres humanos, animales, plantas, minerales, átomos, los seres súper-humanos, Mahatmas, Avatares, todos los diversos reinos de la vida, somos células integrales e inseparables de una estructura enorme. Somos células y partes integrantes de una estructura cósmica que tiene un principio espiritual. En realidad, vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser, como San Pablo dijo, en una entidad mayor de lo que nuestras mentes puedan concebir. Todos nosotros vivimos como células en una estructura mental, espiritual, psico-magnética, y hasta incluso astral de la entidad que se puede llamar, sólo por decir algo, la divinidad del sol. Evolucionamos dentro del conocimiento de ese Ser. Esa Entidad tiene sus propios hábitos, sus propios modelos de pensamiento, su propio plan de acciones, que son el resultado de la evolución de esa entidad a través de millones o billones de años anteriores. Esa entidad, en algún momento del pasado, fue un hombre, como nosotros. Tal vez éramos entonces no más que pensamientos mentales en la constitución de ese Ser. Hoy somos seres humanos en el reino o esfera que preside. La enorme Voluntad o Voluntades de los seres espirituales más altos dentro de ese sistema han establecido corrientes, modelos, lechos, que llamamos erróneamente "leyes" - no son leyes, son hábitos. Cada vez que, como entidades que evolucionan, actuamos o pensamos o nos sentimos independientes – tal como somos - en nuestra elección contra la corriente de estos modelos establecidos, experimentamos la reacción colectiva del sistema entero, contra el cual no podemos hacer nada. El único camino por el cual podemos ser absolutamente libres dentro de ese sistema consiste en cuando nos sintonizamos y armonizamos completamente con el modelo y la red de su conciencia y de la corriente de sus fuerzas. Llamamos a estos modelos y estos hábitos de seres más altos - Karma.

Brevemente, es la voluntad de los seres espirituales que nos han precedido en Kalpas pasados, eras, Manvántaras, y quienes ahora son como dioses para nosotros; y cuya voluntad y pensamiento va dirigido y protege el mecanismo, la clase y cualidad del universo en el cual vivimos. Estos grandes Seres fueron una vez hombres en algún gran Manvántara anterior.

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http://www.theosophyforward.com/articles/theosophy/1927-karma-as-a-habit-of-nature